Chicas bailando con corsé

Dos chicas bailan en TikTok con corsé, un aparato ortopédico modelo “Boston” que se indica en la adolescencia para frenar desviaciones en la espalda. Hay decenas, cientos de videos parecidos. Contenidos mezcla María Antonieta, pantalón de gimnasia, cámara frontal y escoliosis.

Lo conté acá y en casi todas partes: usé corsé. Mi hija María (12) está a dos grados de tener que usar uno —se indica con más de 20 grados de curvatura; ella tiene 18, yo tengo 30, mi mamá debe tener 40— y me consta que llegado el momento de pegar el estirón muchos traumatólogos utilizan la misma metáfora para explicarlo: “Es como un tutor para un árbol que crece torcido.”

@jamilia_14

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Dos remeras Hering

Usé aparato entre los 13 y los 16, en modo inverso al de las chicas de TikTok, es decir, escondiéndolo con desesperación. Era de plástico rígido moldeado como los de ahora, pero cubría más pecho. El ratito que me lo sacaba para bañarme lo ponía abajo de la cama. Dejé de ir a lugares donde me podían llegar a tocar. Dije que no a campamentos del colegio, a pijamadas en lo de amigas, a que me dieran un abrazo.

Lo usaba como sándwich entre dos remeras Hering. Al ser suave, el algodón de esa marca brasileña mitigaba el apoyo de la almohadilla ortopédica, que presionaba contra uno de los omóplatos y evitaba el avance de la escoliosis.

Era remera Hering / corsé / remera Hering.

Hace un par de años, de vacaciones en Brasil, fui a un local Hering y compré una remera para cada una de mis dos hijas. Ahora, cuando las lavo y cuelgo en el tender a secar se me traspapelan los sentidos entre el logo de la marca, la textura de la tela y el recuerdo de un olor medio metálico: el de la mezcla del plástico del corsé, mi propio cuerpo y el algodón. Creo que si me hicieran una resonancia magnética del cerebro ahí mismo colgando la ropa en el tender seguro se me encendería alguna luz en el hemisferio donde se aloja la vergüenza.

Gracias, TikTok

En noviembre, dentro de un mes, el traumatólogo de María definirá si corresponde indicarle un corsé. O tal vez no y la haga volver en tres meses, como viene haciendo los últimos años.

Unas 50 veces callé con ella mis miedos —lo seguiré callando; es mi trauma, no tiene por qué ser el de ella (he hecho mis deberes freudianos)— y otras 50 observé cuán parejos están sus hombros, cuán parejos están sus omóplatos.

Mientras tanto, el algoritmo me muestra más corsés.

¿Milei usa corsé? ¿Por eso se sienta con cuatro camperas en la punta de la silla?

Internet también me muestra escoliosis operadas: el antes y el después. Cuanto más torcidas y circenses, más likes.

El otro día participé en una conversación sobre corsés y alguien contó que en su momento se había negado a usarlo. “¿Para vos valió la pena? ¿Corregiste la desviación?”, me preguntó. Dije que sí, que la curvatura no había avanzado y que treinta años después no sabía lo que era un dolor fuerte de espalda —cosa que sí ha marcado la vida de mi mamá—.

Lo que callé es que en realidad no sé si sirvió usar corsé. Tal vez no me duele la espalda porque hago yoga y aquel sufrimiento de una adolescencia siendo Robocop fue de gusto. Además, durante esos años no conocí ni hablé con nadie más que usara algo así, estaba sola. Supongo que como mecanismo de defensa uno tiende a cubrir el recuerdo de un gran dolor con una gran justificación.

Como sea, los videos de chicas bailando con el corsé al aire sí que representan un giro en esta historia de tres generaciones de columnas torcidas. Puede que sea algo propio de las redes sociales, un asunto performativo de chicas buscando algún tipo de identidad, de narrativa. Como publicar un reel tocando el violín, haciendo muffins o viajando. A la vez pareciera haber algo del orden del alivio, del ah pero mirá qué bien. María vio algunos de estos videos y llegó a una conclusión: «las chicas lindas usan corsé».

Esta época podrá ser todo lo neurasténica y narcisista que es, pero también parece más amable con algunos asuntos que hace 30 años, cuando un aparato ortopédico no era algo socialmente aceptable en un colegio secundario de uniforme con moño azul en el cuello. Es probable que hoy una chica con corsé no se niegue a recibir un abrazo. ¿O sí?

4 respuestas a «Chicas bailando con corsé»

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